miércoles, 16 de agosto de 2017

Música en "María" de Jorge Isaacs

El escritor colombiano Jorge Isaacs (1837 - 1895) es el autor de la novela de mayor éxito que se haya publicado nunca en la América hispana después de Cien años de soledad, de Gabriel García Márquez
En la madrugada del sábado próximo se casaron Bruno y Remigia. Esa noche, a las siete, montamos mi padre y yo para ir al baile, cuya música empezábamos a oír. Cuando llegamos, Julián, el esclavo capitán de la cuadrilla, salió a tomarnos el estribo y a recibir nuestros caballos. Estaba lujoso con su vestido de domingo y le pendía de la cintura el largo machete de guarnición plateada, insignia de su empleo. Una sala de nuestra antigua casa de habitación había sido desocupada de los enseres de labor que contenía, para hacer el baile en ella. Habíanla rodeado de tarimas; en una araña de madera suspendida en una de las vigas, daba vueltas media docena de luces; los músicos y cantores, mezcla de agregados,esclavos y manumisos, ocupaban una de las puertas. No había sino dos flautas de caña, un tambor improvisado, dos alfandoques y una pandereta; pero las finas voces de los negritos entonaban los bambucos con maestría tal; había en sus cantos tan sentida combinación de melancólicos, alegres y ligeros acordes; los versos que cantaban eran tan tiernamente sencillos, que el más culto dilettante hubiera escuchado en éxtasis aquella música semisalvaje. Penetramos en la sala con zamarros y sombreros. bailaban en ese momento Remigia y bruno; ella con follao de boleros azules, tumbadillo de flores rojas, camisa blanca bordada de negro y gargantilla y zarcillos de cristal color de rubí, danzaba con toda la gentileza y donaire que eran de esperarse de su talle cimbrador. Bruno, doblados sobre los hombros los paños de su ruana de hilo, calzón de vistosa manta, camisa blanca aplanchada y un cabiblanco nuevo a la cintura, zapateaba con destreza admirable.
Pasada aquella mano, que así llaman los campesinos a cada pieza de baile, tocaron los músicos su más hermoso bambuco, porque Julián les anunció que era para el amo. Remigia, animada por su marido y por el capitán, se resolvió al fin a bailar unos momentos con mi padre; pero entonces no se atrevía a levantar los ojos, y sus movimientos en la danza eran menos espontáneos. Al cabo de una hora nos retiramos.

BAMBUCO: Baile popular campesino típico de Colombia, en el que intervienen parejas que imitan la conquista de la mujer por el varón; la falda que emplean las mujeres para bailarlo es de muchos colores y tiene un gran vuelo




Cuando abrí la ventana, me arrepentí de haber enviado al negrito, quien silbando y tarareando bambucos iba a internarse en la primera mancha del bosque.
  La guitarra estaba templada y Carlos tocó una contradanza que él y yo teníamos motivos para no olvidar.
     -¿que te acuerda esta pieza?-  preguntóme poniéndose la guitarra perpendicularmente sobre las rodillas.
     -Muchas cosas, aunque ninguna en particular.
     -¿Ninguna?, ¿y aquel lance jocoserio que tuvo lugar entre los dos, en casa de la señora...?
     -¡Ah!, sí; ya caigo.
     -Se trataba -dijo- de evitar un mal rato a nuestra puntillosa maestra: tú ibas a bailar con ella, y yo...
     -Se trataba de saber cuál de nuestras parejas debía poner la contradanza.
     -Y debes confesarme que triunfé, pues te cedí mi puesto -replicó Carlos riendo.
     -Yo tuve la fortuna de no verme obligado a insistir. Haznos el favor de cantar.
     Mientras duró este dialogo, María, que ocupaba con mi hermana el sofá a cuyo frente estábamos Carlos y yo, fijó por un instante la mirada en mi interlocutor, para notar al punto lo que solo para ella era evidente, que yo estaba contrariado; y fingió luego distraerse en anudar sobre el regazo los rizos de las extremidades de sus trenzas.

La Negra

Esta contradanza forma parte de uno de los primeros documentos con música escrita para guitarra sola en el actual territorio colombiano, el cuaderno de María del Carmen Caicedo, hija del primer presidente de la Gran Colombia.
  CONTRADANZA: Baile originario de Inglaterra, de ritmo alegre, que es ejecutado por varias parejas al mismo tiempo, colocadas en círculo o en filas enfrentadas, formando figuras.
En este caso se trata de la contradanza La Vencedora de autor desconocido y muy vinculada a la independencia de Colombia
Captura
 (Moderado)
Insistió mi madre en que Carlos Cantara. El entonó con voz llena y sonora una canción que andaba en boga en aquellos días, la cual empezaba así:
El ronco son de la guerrera trompa
Llamó tal vez a la sangrienta lid,
Y entre el rumor de belicosa pompa
Marcha contento al campo adalid.

En el siguiente enlace se encuentra la obra a que pertenecen estos versos

  En una de aquellas noches de verano en que los vientos parecen convidarse al silencio para escuchar vagos rumores y lejanos ecos; en que la luna tarda o no aparece, temiendo que su luz importune; en que el alma, como una amante adorada que por unos momentos nos deja, se deshace de nosotros poco a poco y sonriendo, para tornar más que nunca amorosa; en una noche así, María, Emma y yo estábamos en el corredor del lado del valle, y después de haber arrancado la última a la guitarra algunos acordes melancólicos, concertaron ellas sus voces incultas pero vírgenes como la naturaleza que cantaban. Sorprendime, y me parecieron bellas y sentidas mis malas estrofas. Terminada la última, María apoyó la frente en el hombro de Emma, y cuando la levanto, entusiasmado murmuré a su oído el último verso. ¡Ah! Ellos parecen conservar aún de María no sé si un aroma; algo como la humedad de sus lágrimas. Helos aquí:
            Soñé vagar por bosques de palmeras
            Cuyos blondos plumajes, al hundir
            Su disco el sol en las lejanas sierras,
            Cruzaban resplandores de rubí.

                  Del terso lago se tiñó de rosa
                  La superficie límpida y azul,
                  Y a sus orillas garzas y palomas
                  Posábanse en los sauces y bambús.

            Muda la tarde, ante la noche muda
            Las gasas de su manto recogió:
            Del indo mar dormido en las espumas
            La luna hallola y a sus pies el sol.

                  Ven conmigo a vagar bajo las selvas
                  Donde las hadas templan mi laúd;
                  Ellas me han dicho que conmigo sueñas,
                  Que me harán inmortal si me amas tú.
Volví al salón. Mientras mi hermana ensayaba en la guitarra un valse nuevo, María me refirió la conversación que al regreso del paseo había tenido con mi padre. Nunca se había mostrado tan expansiva conmigo: recordando ese dialogo, el pudor le velaba frecuentemente los ojos y el placer le jugaba en los labios.
«El pasillo colombiano es una variante del vals europeo»



Se despidieron cariñosamente de nosotros los montañeses. Se habían internado algún espacio en la selva cunado oímos la buena voz de Braulio que cantaba vueltas antioqueñas.
«La vuelta antioqueña, baile típico de Antioquía también llamado cumbia costeña, es una danza amorosa en la que el hombre trata de acorralar a la mujer»

Terminado el rosario, una esclava entonó la primera estrofa de una de esas salves llenas de la dolorosa melancolía y los desgarradores lamentos de algún corazón esclavo que oró. La cuadrilla repetía en coro cada estrofa cantada, armonizándose las graves voces de los varones con las puras y dulces de las mujeres y de los niños. Estos son los versos que de aquel himno he conservado en la memoria:
En oscuro calabozo
Cuya reja al sol ocultan
Negros y altos murallones
Que las prisiones circundan;
En que solo las cadenas
Que arrastro, el silencio turban
De esta soledad eterna
Donde ni el viento se escucha...
Muero sin ver tus monta
¡Oh patria!, donde mi cuna
Se meció bajo los bosques
Que no cubrirán mi tumba.
«Canto fúnebre ante el cadáver de Feliciana (cuyo nombre real es Nay), princesa africana que termina convirtiéndose en esclava».

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Hacia el otro lado de una de las quebradas que entre las quingueadas cintas del bosque bajan ruidosas el declivio, oí una voz sonora de hombre que cantaba:
Al tiempo le pido tiempo
y el tiempo tiempo me da,
y el mismo tiempo me dice
que él me desengañara.


LETRA DE DOSCAMINOS
Cuenta una historia popular
de un hombre que pidió tiempo al tiempo
porque no quería abandonar
las cosas que el mundo le da
comer, beber y dormir...
o andar por la vida feliz
tan sólo para disfrutar
las cosas que el mundo le da (x2) ...
y pasó el tiempo
y se hizo viejo
y descubrió
que sólo hay que disfrutar...
de lo bonito, de lo sencillo
de cada paso que das
en esta vida mortal
que sólo tiene dos caminos...
Al tiempo le pido tiempo
y el tiempo, tiempo me da
todo se lo dejo al tiempo
que el tiempo lo compondrá
hay quien lo llama destino
otros, designio divino
pero Bob Marley lo dijo: “Sólo hay dos caminos”



Permanecía yo en pie a la puerta del rústico camarote, techumbre abovedada, hecha con matambas, bejucos y hojas de rabihorcado, que en el río llaman rancho. Lorenzo, después de haberme arreglado una especie de cama sobre tablas de guadua bajo aquella navegante gruta, estaba sentado a mis pies con la cabeza apoyada sobre las rodillas y parecía dormitar. Cortico (o sea Gregorio, que tal era su nombre de pila bogaba cerca de nosotros refunfuñando a ratos la tonada de un bunde. El atlético cuerpo de Laureán se dibujaba como el perfil de un gigante sobre los últimos celajes de la luna ya casi invisible.





BUNDE: En Colombia puede referirse a distintos ritmos musicales, puede ser una danza, un canto fúnebre interpretado por adultos y a la vez lúdico con coplas que interpretan los niños, una celebración callejera...En fin, lo mejor es analizar cada bunde en particular.


Canción del boga ausente, de gran parecido al bunde que cantan los bogas Laureán y Cortico cuando llevan a Efraín a través del río Dagua.
Lorenzo escanció de su chamberga pastusa cantidad más que suficiente de anisado en el mate que el boga le presentó, y éste continuó diciendo:
-Será que el sereno me ha dado carraspera; -y dirigiéndose a su compañero -:compae Laureán, el branco que si quere despejá el pecho para que cantemo un baile alegrito.
-¡A probalo! -respondió el interpelado con voz ronca y sonora-: otro baile será el que va a empezar en el escuro. ¿Ya sabe?
-Po lo mesmo, señó.
Laureán saboreó el aguardiente como conocedor en la materia, murmurando:
-Del que ya no baja.
-¿Que es eso del baile a oscuras? -le pregunté.
Colocándose en su puesto entonó por respuesta el primer verso del siguiente bunde, respondiéndole Cortico en el segundo, tras de lo cual hicieron pausa, y continuaron de la misma manera hasta dar fin a la salvaje y sentida canción.
Se no junde ya la luna;
Remá, remá.
¿Que hará mi negra tan sola?
Llorá, llorá.
Me coge tu noche escura,,
San Juan, San Juan.
Escura como mi negra,
Ni ma, ni ma.
La lu de su s'ojo mío
Der ma, der ma.
Lo relámpago parecen,
bogá, bogá.
Aquel cantar armonizaba dolorosamente con la naturaleza que nos rodeaba: los tardos ecos de esas selvas inmensas repetían sus acentos quejumbrosos, profundos y lentos.
-No más bunde -dije a los negros aprovechándome de la última pausa.
-¿Le parece a su mercé mal cantao? -preguntó Gregorio, que era el más comunicativo.
-No, hombre, muy triste.
-¿La juga?
-Lo que sea.
-¡Alabao! Si cuando me cantan bien una juga y la baila con este negro Mariugenia... créame su mercé lo que le digo: hasta lo's'ángele del cielo zapatean con gana de bailala.
-Abra el ojo y cierre el pico, compae -dijo Laureán-; ¿ya oyó?
-¿Acaso soy sordo?
-Bueno, pué.
-Vamo a velo, señó.







JUGA: Danza alegre en la que los bailarines y bailarinas descalzos y ellas además con vistosos vestidos que mueven con soltura efectúan movimientos rápidos y coordinados hacia abajo, también realizan diversas vueltas y giros
SuperGrpColombiaVEVO
Subí al rancho mientras los bogas hacían sus prevenciones, deseoso de ver qué instrumento tocaban allí: era una marimba, pequeño teclado de chontas sobre tarros de guadua alineados de mayor a menor, y que se hace sonar con bolillos pequeños aforrados en baqueta.

JORGE RICARDO ISAACS FERRER (Santiago de Cali, Colombia, 1 de abril de 1837 - Ibagué, Tolima, 17 de abril de 1895) fue un novelista colombiano del género romántico.
Su padre fue George Henry Isaacs, un judío inglés procedente de Jamaica, que se instalo primero en el Chocó, donde se enriqueció con la explotación minera aurífera y el comercio con Jamaica, y después en Cali, donde era dueño de 12.500 hectáreas. Allí ,tras convertirse al cristianismo y obtener la ciudadanía colombiana, se caso con Manuela Ferrer Scarpetta, hija de un oficial de la Marina española llamado Carlos Ferrer. Jorge nació en 1837. Su padre fue propietario de tres haciendas cerca de Cali, llamadas «La Manuelita», «Santa Rita» y «El Paraíso» o la casa de la sierra. La última, propiedad de la familia entre 1855 y 1858, será el escenario de la obra más importante del escritor, su novela María. «El Paraíso» está conservado hoy día como museo, con numerosas referencias a esta novela.
Se sabe poco de su infancia, se sabe que estudió primero en Cali, luego en Popayán, y por último en Bogotá, entre 1848 y 1852, durante el gobierno de José Hilario López. En su poesía, Isaacs evoca el valle del Cauca como el espacio idílico en que transcurrió su infancia, y la marcha a Bogotá debió suponer para él un paso difícil. Regresó a Cali en 1852, sin haber terminado el bachillerato. En 1854, luchó en las campañas del Cauca contra la dictadura del general José María Melo, por 7 meses. Su familia atravesó por entonces una difícil situación económica a causa de la guerra civil. En 1856 se casó con Felisa González Umaña, que contaba por entonces catorce años, y que le daría abundante descendencia y perseverancia.
Intentó dedicarse el comercio, sin demasiado éxito, y probo suerte con la literatura. Sus primeros poemas datan de los años 1859-1860; en la misma época, emprende la escritura de varios dramas históricos. En 1860 tomó de nuevo las armas para combatir al general Tomás Cipriano de Mosquera, que se había levantado contra el gobierno central, y combatió en la batalla de Manizales. En 1861 murió su padre; terminada la guerra, Isaacs regresó a Cali para encargarse de los negocios paternos, llenos de deudas. Tuvo que desprenderse de las haciendas «La Rita» y La Manuelita».

Sus desventuras económicas le llevaron en busca de abogados a Bogotá, donde encontró hueco su actividad literaria. Leyó sus poemas a los miembros de la tertulia «El Mosaico», quienes decidieron costear su publicación (Poesías, 1864). En 1864 supervisó los trabajos del camino de herradura entre Buenaventura y Cali; durante el año en que desempeñó este trabajo, comenzó a escribir su novela María. En esta época también, debido a lo insalubre del clima, contrajo el paludismo, enfermedad de la que terminaría por morir a los 58 años de edad.
María se publicó finalmente en 1867, y tuvo un éxito inmediato además fue traducida a 31 idiomas, tanto en Colombia como en otros países de Latinoamérica; Isaacs se convirtió en una figura muy conocida, y dio comienzo a una dilatada carrera periodística y política. como periodista, dirigió en 1867 el diario La República, de orientación conservadora moderada, donde publicó artículos de tema político.

Militó al principio en el partido conservador, pero después se unió al partido radical y, en 1870, fue nombrado cónsul general en Chile. A su regreso, intervino activamente en la política del Cauca, tanto como editor de periódicos como representando a su departamento en la Cámara de Representantes. Intervino de nuevo en las luchas políticas de 1876, en las que tomó de nuevo las armas. Fue expulsado de la Cámara de Representantes en 1879, a raíz de un incidente en que Isaacs, ante una sublevación conservadora, se proclamó jefe político y militar de Antioquia.

Tras este incidente, se retiró de la política, y publicó en 1881, el primer canto de un extenso poema que no llegó a concluir, titulado Saulo. Nombrado secretario de la Comisión Científica, exploró el departamento de Magdalena, en el norte de Colombia, hallando importantes yacimientos de carbón, petróleo y hulla. Los últimos años de su vida los pasó retirado en la ciudad de Ibagué (donde había dejado alojada su familia años antes), en el departamento de Tolima, proyectando una novela histórica que habría de ser su obra maestra y que jamás llegó a escribir. Murió en Ibagué el 17 de abril de 1895, siendo su última voluntad que su cadáver fuera enterrado en Medellín, la tierra de Córdova a la que había dedicado uno de sus poemas; no obstante siempre expreso su amor por el Cauca: «¡sí, mucho amo al Cauca, aunque es tan ingrato con sus propios hijos!».






María

Jorge Isaacs, 1867















































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