sábado, 16 de octubre de 2021

Música en «Tormenta Roja» de Tom Clancy

 







 En la contraportada se lee:
«Tormenta Roja es, quizá, el más notable relato de la guerra moderna que haya sido escrito. Hombres, aviones, buques, misiles y submarinos, batallas en gran escala y actos de heroísmo individual, momentos de tragedia, alegría y valor inimaginables van tejiendo una trama intrincada y apasionante, de un realismo verdaderamente memorable. Para escribir esta novela Ton Clancy ha navegado en una fragata, presenciado maniobras navales, tripulado un submarino, consultado un desertor soviético y entrevistado a oficiales y personal de inteligencia de diversos rangos».


 (pg. 34) 

MOSCU, URSS.

El Politburó volvió a reunirse a las nueve y media de la mañana siguiente. Por las ventanas de cristales dobles se veía un cielo gris y se apreciaba una cortina de espesa nieve que comenzaba a caer de nuevo, para agregarse al medio metro que ya cubría el suelo. Esa noche se verían los trineos en las colinas del parque Gorky, pensó Sergetov. Y tal vez barrieran la nieve sobre los dos lagos helados para poder patinar bajo las luces con la música de Chaikovski y Prokofiev. Los moscovitas reirían, beberían su vodka y aprovecharían el frío, felices e ignorantes de lo que estaba por decirse allí, y de los vuelcos que darían las vidas de todos ellos. 


 (pgs. 80-81)

…—Bueno, tal vez tenga algunas buenas noticias para ti. Conectamos nuestro televisor a un nuevo receptor de satélites. Hablé con los tipos de comunicaciones para que nos hicieran una derivación con la televisión rusa para captar sus noticias de la noche. No sacaremos nada muy importante, pero es una buena manera de tantear situaciones y estados de ánimo. Estuve probando antes de que llegaras y me encontré con que Iván está realizando un festival cinematográfico con todos los clásicos de Sergei Eisenstein. Esta noche, El acorazado Potemkin; después siguen todas las otras y termina el 30 de mayo con Alexander Nevsky.

—¿Ah, sí? Yo tengo grabada Nevsky en vídeo.

—Bueno, ellos tomaron los negativos originales, los llevaron en avión a «EMI», en Londres, para hacer las matrices digitales y luego volvieron a grabar el original de Prokofiev en sistema «Dolby». Vamos a registrar cintas. ¿Tu máquina es VHS o Beta?

—VHS —rió Toland— Puede ser que este trabajo ofrezca algunas pocas diversiones después de todo. Bueno, ¿qué material nuevo tenemos? Lowe le alcanzó una carpeta de documentos de veinte centímetros de espesor. Era hora de volver al trabajo. Toland ocupó su sillón y empezó a revisar los papeles...  


 (pg. 91)

9. UNA MIRADA FINAL.

NORFOLK, VIRGINIA.

Estaban viendo la cuarta película rusa vía satélite. Toland le acercó el tazón de maíz frito.

—Será una pena perderte cuando vuelvas al cuerpo, Chuck.

—¡Muérdete la lengua! El martes a las cuatro, el coronel Charles De Winter Lowe vuelve a los asuntos de ¡infantería de Marina. Dejaré que vosotros sigáis revolviendo los papeles, ¡insectos!

 Toland rió.

—¿Y no echarás de menos las películas a la noche?

—Tal vez un poco. —A menos de un kilómetro, un receptor de satélites estaba siguiendo a uno soviético de comunicaciones. Llevaba ya varias semanas pirateando transmisiones de ése y de otros dos satélites, para mantenerse informados sobre las noticias soviéticas de televisión y, además, recibir la película nocturna. Ambos hombres admiraban la obra de Sergei Eisenstein.

Y Alexander Nevsky era su obra maestra.

Toland abrió una lata de «Coca-Cola».

—Me pregunto cómo reaccionaría Iván ante una película del Oeste de John Ford. En el fondo, tengo la sensación de que el camarada Eisenstein puede haber estado expuesto a una o dos.

—Sí, el Duque habría encajado muy bien aquí. O todavía mejor: Erroy Flynn. ¿Te vas a casa esta noche?

—En cuanto termine la película. Dios Santo, un fin de semana de cuatro días libres. Apenas puedo creerlo.

Los títulos mostraron un nuevo formato, distinto del de la grabación que él tenía en su casa de esa misma película. La banda de sonido original con el diálogo era igual, algo más limpia, pero la música había sido grabada de nuevo por la orquesta sinfónica de Moscú y coro. Hacían verdadera justicia a la obra evocativa de Prokofiev.

La película comenzaba con una vista de las..., ¿estepas? rusas. Toland dudó. ¿O se suponía que eso era la parte sur del país? De todos modos, mostraba una zona de pastizales cubierta de huesos y armas de una antigua batalla contra los mongoles. El «peligro amarillo», todavía el viejo fantasma ruso. La Unión Soviética había absorbido muchos mongoles..., pero ahora los chinos tenían armas nucleares y el ejército más grande del mundo.

—La nitidez es perfecta —comentó Lowe. 


 (pgs. 453-454)

…Morris se alegró de ver que las cosas eran informales. 

Al pie de la planchada los esperaba un guardiamarina jovencito, que los acompañó para subir a bordo, mientras les explicaba que el comandante estaba hablando por radio en ese momento.

Después de los saludos de costumbre al pabellón y al oficial de guardia, los llevó hasta el sector del buque equipado con aire acondicionado y luego hacia popa, hasta la cámara de oficiales.

—¡Fantástico, un piano! —exclamó O'Malley.

Un desvencijado piano vertical estaba asegurado contra el mamparo de babor con un cable de cinco centímetros. Varios oficiales se pusieron de pie y empezaron a presentarse.

—¿Quieren tomar algo, caballeros? —preguntó un camarero.

O'Malley tomó una lata de cerveza y se acercó al piano. Un minuto después estaba aporreándolo a su manera para interpretar algo de Scott Joplin. Se abrió la puerta anterior de la cámara... 








 Tom Clancy en Wikipedia


domingo, 4 de abril de 2021

Música en "1984" de George Orwell

 






Resumen del libro: 

Descripción aterradora de la vida bajo la vigilancia constante del «Gran Hermano». 1984 sitúa su acción en un Estado totalitario. Como explica O’Brien, el astuto y misterioso miembro de la dirección del partido dominante, el poder es el valor absoluto y único: para conquistarlo no hay nada en el mundo que no deba ser sacrificado y, una vez alcanzado, nada queda de importante en la vida a no ser la voluntad de conservarlo a cualquier precio. La vigilancia despiadada de este Superestado ha llegado a apoderarse de la vida y la conciencia de sus súbditos, interviniendo incluso y sobre todo en las esferas más íntimas de los sentimientos humanos. Todo está controlado por la sombría y omnipresente figura del Gran Hermano, el jefe que todo lo ve, todo lo escucha y todo lo dispone. Winston Smith, el protagonista, aparece inicialmente como símbolo de la rebelión contra este poder monstruoso, pero conforme el relato avanza está cada vez más cazado por este engranaje, omnipotente y cruel. Por su magnífico análisis del poder y de las relaciones y dependencias que crea en los individuos, 1984 es una de las novelas más inquietantes y atractivas de este siglo.



Winston se acercó para examinar el cuadro. Era un grabado en acero de un edificio ovalado con ventanas rectangulares y una pequeña torre en la fachada. En torno al edificio corría una verja y al fondo se veía una estatua. Winston la contempló unos momentos. Le parecía algo familiar, pero no podía recordar la estatua.


–El marco está clavado en la pared –dijo el otro–, pero podría destornillarlo si usted lo quiere.

 –Conozco ese edificio –dijo Winston por fin–. Está ahora en ruinas, cerca del Palacio de justicia.


–Exactamente. Fue bombardeado hace muchos años. En tiempos fue una iglesia. Creo que la llamaban San Clemente. –Sonrió como disculpándose por haber dicho algo ridículo y añadió–: «Naranjas y limones, dicen las campanas de San Clemente».


–¿Cómo? –dijo Winston.


–Es de unos versos que yo sabía de pequeño. Empezaban: «Naranjas y limones, dicen las campanas de San Clemente». Ya no recuerdo cómo sigue. Pero sí me acuerdo de la terminación: «Aquí tienes una vela para alumbrarte cuando te vayas a acostar. Aquí tienes un hacha para cortarte la cabeza». Era una especie de danza. Unos tendían los brazos y otros pasaban por debajo y cuando llegaban a aquello de «He aquí el hacha para cortarte la cabeza», bajaban los brazos y le cogían a uno. La canción estaba formada por los nombres de varias iglesias, de todas las principales que había en Londres. 

 

Winston se preguntó a qué siglo pertenecerían las iglesias. Siempre era difícil determinar la edad de un edificio de Londres. Cualquier construcción de gran tamaño e impresionante aspecto, con tal de que no se estuviera derrumbando de puro vieja, se decía automáticamente que había sido construida después de la Revolución, mientras que todo lo anterior se adscribía a un oscuro período llamado la Edad Media.


Los siglos de capitalismo no habían producido nada de valor. Era imposible aprender historia a través de los monumentos y de la arquitectura. Las estatuas, inscripciones, lápidas, los nombres de las calles, todo lo que pudiera arrojar alguna luz sobre el pasado, había sido alterado sistemáticamente.


–No sabía que había sido una iglesia –dijo Winston.


–En realidad, hay todavía muchas de ellas aunque se han dedicado a otros fines –le aclaró el dueño de la tienda–. Ahora recuerdo otro verso:


Naranjas y limones, dicen las campanas de San Clemente, me debes tres peniques, dicen las campanas de San Martín.

                                                               Fragmento del capítulo VIII de la primera parte





                               



Naranjas y limones, dicen las campanas de San Clemente.  

Me debes cinco peniques , dicen las campanas de San Martín. 

¿Cuándo me pagarás? Dicen las campanas en Old Bailey. 

Cuando me haga rico, dicen las campanas en Shoreditch . 

¿Cuando será eso? Dicen las campanas de Stepney. 

No lo sé, dice la gran campana de Bow. 

¡Aquí tienes una vela para alumbrarte cuando te acuestes, aquí tienes un hacha para cortarte la cabeza!  ¡Zas, zas, zas! ¡El ultimo, muerto está!


La canción acompaña a un juego que queda explicado en la lectura. Cuando se canta en español se cambian los nombres originales de las iglesias por otros que no corresponden a su traducción para facilitar la rima.




lunes, 4 de enero de 2021

Música en "La Fe" de Armando Palacio Valdés

  












Capítulo II

 «...Existe además una sociedad de recreo, de la cual es alma y vida D. Gaspar de Silva, un poeta de la localidad que tiene escritas más obras dramáticas que Shakspeare. Púsole por nombre el Ágora, en consonancia con sus aficiones clásicas. Es el templo del arte. Allí se representan las piezas de D. Gaspar por los jóvenes aficionados y se leen sus poesías líricas, en medio de las lágrimas y los aplausos de las señoritas de la localidad, adivínanse charadas y logogrifos, se cantan mandolinatas y stornellos en un italiano estupendo y se juega de mil modos ingeniosos...» 


 Las mandolinatas son composiciones que se hacen para ser interpretadas con mandolinas o conciertos con formaciones de estos instrumentos, a veces, a algunas piezas dulces tocadas por otros medios musicales se las denomina igual, incluso puede referirse a un artilugio parecido a una caja de música.

 El stornello es una poesía simple y popular, una especie de coplilla. 

 Ambos términos son de origen italiano.





Capítulo III

 «La aparición de su nuevo compañero vino a turbar aquella deliciosa Arcadia mística. Las ovejas, acometidas súbito de agitación insana, se pusieron a saltar y encabritarse cual si escuchasen los sones de un caramillo encantado. Ni las pedradas ni los halagos lograron retener a una gran parte de ellas. Quedó en cuadro su rebaño, y él, que había tenido fuerzas para gobernar un hato tan considerable, desmayaba ahora al verse solo, al percibir la hostilidad con que le miraban algunas de sus antiguas y queridas ovejitas...»


***


 «...El P. Norberto era organista de la iglesia, y aunque conocía poca música profana, algunos nocturnos tocaba, y cuando no, acompañaba al P. Narciso, que entre sus múltiples habilidades tenía la de tocar en la flauta dos o tres pavanas y la sinfonía de Juana de Arco. También Marcelina sabía cantar La Stella confidente y la Plegaria a la Virgen...»




Capítulo X

 «...La murga municipal saludó al astro del día tocando por las calles la famosa polka de los paraguas. Después se situó en el Campo de los Desmayos, rodeada de un enjambre de chiquillos, y ejecutó algunas piezas de ópera. El mar, batiendo suavemente en las peñas, le servía de contrabajo. Hasta que a eso de las nueve se fue hacia la plaza tocando un paso doble, y desde allí salió por la carretera de Lancia a esperar al prelado, al gobernador y a las personas que los acompañaban...»


 Si existe alguna polka de los paraguas lo desconozco, lo que si es verdad es que en algunos textos se refieren con ese título a la Mazurca de las sombrillas de la zarzuela Luisa Fernanda, o al duo de los paraguas de El año pasado por agua



***



 «...Acto continuo se trasladaron todos a la antigua iglesia parroquial para cantar el Te Deum en acción de gracias. El templo, adornado como ya sabemos por lo más selecto de la sociedad femenina de Peñascosa, estaba deslumbrante de lentejuelas, arañas y cirios. El día anterior había llegado una exigua orquesta de Lancia, compuesta de dos violines, una viola, un violoncello y un contrabajo, y con ella tres o cuatro cantores de la catedral. Los músicos se situaron en el coro, el obispo y el clero en el presbiterio. Don Miguel, el tozudo párroco, no quiso revestirse con los sagrados ornamentos, bajo pretexto de sus achaques, y se fue al coro con la orquesta. El prelado dijo una breve y sentida plática desde el púlpito. Tenía una hermosa voz de barítono que hizo vibrar las cuerdas más delicadas del corazón de todas las rosas místicas de la villa. El brillo del pectoral de diamantes y de los cristales de sus gafas daba mayor realce y un poder mágico a su palabra sonora, dulce, persuasiva.


 Cantose después el Te Deum. Los tiples y los bajos de la catedral de Lancia hicieron prodigiosos gorgoritos, que dejaron asombrados a los buenos peñascos. La diminuta orquesta les secundó perfectamente; Pero he aquí que a D. Miguel se le antoja mirar con malos ojos al pobre contrabajo, tan sólo porque no pasaba el arco sobre las cuerda más que de vez en cuando. El párroco estaba de rodillas y tenía delante y vuelto de espaldas al músico. Mirábale de hito en hito y cada vez con mayor excitación. El músico cumplía con su deber rozando las cuerdas parsimoniosamente, produciendo un sonido sordo y antipático. A D. Miguel le parecía aquello el colmo de la estupidez y la holgazanería. Venir de Lancia con un buen sueldo y el viaje gratis para hacer unas cuantas veces ron, ron con aquel trasto, era cosa verdaderamente irritante. La ola de la indignación fue subiendo en su pecho. Mil pensamientos de exterminio se le amontonaron en el cerebro mientras su mirada torva y siniestra permanecía clavada en las espaldas del infeliz contrabajo, bien ajeno por cierto de los sentimientos sanguinarios que en aquel momento inspiraba su inofensiva persona. Al fin, habiendo dejado escapar un acorde más áspero y estridente que los otros, el viejo párroco no pudo aguantar más, y levantándose vivamente, se fue hacia él y le encajó una patada en los riñones que le hizo caer de bruces. Allá fueron el músico y su violón rodando con estrépito. Al ruido levantaron la cabeza todos los fieles. Satisfecha su justicia, D. Miguel se volvió al sitio que ocupaba antes. Cuando el desdichado músico vino a preguntarle por qué había hecho aquello, respondió que él no quería gorrones en la iglesia y que hiciese el favor de marcharse con su armatoste más lejos, porque no daba palabra de contenerse.


 Concluido el Te Deum, volvieron, como es lógico, a restallar en el aire otras cuantas docenas de cohetes de dinamita. Los simpáticos hijos de la Pepaina, Chola y Lorito, estuvieron a punto de perecer, víctimas de su arrojo, al apoderarse de uno que aún no había chasqueado. D. Miguel, cuando supo que se habían quemado la cara y las manos, manifestó, de acuerdo con todos los Santos Padres, que creía en la intervención directa de la Providencia en las cosas humanas...»



***



 Les costó mucho trabajo avanzar hasta colocarse en el medio. Obdulia quería a todo trance acercarse a la casa del párroco, donde se alojaba el prelado. Había visto brillar las gafas de éste y ocultarse en seguida en una de las ventanas. Debajo, a la puerta misma de la rectoral, un grupo numeroso de muchachas bailaba la giraldilla, cantando a grito pelado coplas de circunstancias improvisadas en el momento. Aludían en ellas a la nueva iglesia, piropeaban al obispo, al gobernador, a los próceres de Peñascosa, sin que faltase tampoco, por supuesto, la consabida puntadita a Sarrió.


El autor identifica Peñascosa con Luanco (Asturias), de ahí que la giraldilla sea de esta región.