¡Y aquellas veladas interminables, cuando traían la
candelas y tenía que buscarme una ocupación! Como no
osaba abrir ningún libro entretenido, me devanaba los
sesos con un tratado de aritmética, frio e inhumano; las
tablas de pesos y medidas se entremezclaban en mi
cabeza con antiguas melodías, como Rule Britannia o
Away with Melancholy; y parecían resistirse a que yo las
aprendiera, pues me entraban por un oído y me salían
por otro.
Para dar mayor fuerza a sus
palabras, el señor Micawber saboreó un
vaso de ponche con muestras de gran
regocijo y empezó a silbar la College
Hornpipe.
A medida que el ponche desaparecía, el
señor Micawber se mostraba cada vez más
jovial y divertido. Como la señora Micawber
pareció contagiarse de su alegría, entonamos el
Auld Lang Syne; ella cantaba la melodía y
nosotros el estribillo. Cuando llegamos a: "He
aquí mi mano, camarada leal", unimos
nuestras manos alrededor de la mesa; y cuando
llegamos a los versos de Willie Waught sin tener
la menor idea de lo que significaban, nos
sentimos realmente conmovidos.
Letra de Auld Lang Syne (hace mucho tiempo).
¿Deberían olvidarse las viejas amistades
y nunca recordarse?
¿Deberían olvidarse las viejas amistades
y los viejos tiempos?
Por los viejos tiempos, amigo mío,
por los viejos tiempos:
tomaremos una copa de cordialidad
por los viejos tiempos.
Los dos hemos correteado por las laderas
y recogido las hermosas margaritas,
pero hemos errado mucho con los pies doloridos
desde los viejos tiempos.
Los dos hemos vadeado la corriente
desde el mediodía hasta la cena,
pero anchos mares han rugido entre nosotros
desde los viejos tiempos.
Y he aquí una mano, mi fiel amigo,
y danos una de tus manos,
y ¡echemos un cordial trago de cerveza
por los viejos tiempos!.
-Si alguno de ustedes me ha visto los tobillos -afirmó,
una vez encaramada-, que lo diga. Me marcharé a casa a
quitarme la vida.
-Yo no -aseguro Steerforth.
-Ni yo tampoco -añadí.
-En ese caso -exclamó ella-, me dignaré seguir
viviendo. Y ahora, patito, patito, ¡venga para que la
señora Bond le corte el cuello!
señora Bond le corte el cuello!
Oh,what have you got for
Canción infantil (Inglés)
"Oh, what have you got for dinner, Mrs. Bond?
""There's beef in the larder, and ducks in the pond;"
"Dilly, dilly, dilly, dilly, come to be killed,
For you must be stuffed, and my customers filled!"
"John Ostler, go fetch me a duckling or two,
John Ostler go fetch me a duckling or two;
Cry dilly, dilly, dilly, dilly, come and be killed,
For you must be stuffed, and my customers filled!"
"I have been to the ducks that are swimming in the
pond,
And they won't come to be killed, Mrs. Bond;
"I cried, "Dilly, dilly, dilly, dilly, come and be killed,
For you must be stuffed, and the customers filled!
"Mrs. Bond she went down to the pond in a rage,
With plenty of onions, and plenty of sage;
She cried, "Come, little wag-tails, come, and be killed.
For you shall be stuffed, and my customers filled!"
Canción infantil (Español)
- Oh, ¿qué tiene para cenar, Señora Bond?
- Hay vaca en la despensa y patos en el estanque;
¡Dili, dili, dili, dili, venid para que os maten
Porque tengo que rellenaros y saciar a mis clientes!
John Ostler, ve a buscarme un patito o dos,
John Ostler, ve a buscarme un patito o dos;
Llama: "¡Dili, dili, dili, dili, venid para que os maten,
Porque tengo que rellenaros y saciar a mis clientes!"
- Fui a ver los patos que están nadando en el estanque,
Y no quieren venir para que los maten, Señora Bond.
Llamé: "Dili, dili, dili, dili, venid para que os maten
Porque tenemos que rellenaros y saciar a los clientes!
"La Señora Bond bajó con rabia hasta el estanque,
Con muchas cebollas y mucha salvia;
Llamó: "¡Venid, pequeñas colas meneadoras, venid que
os mate,
Porque rellenados seréis y mis clientes estarán
saciados!"
De pronto me di cuenta de que alguien estaba cantando. Era Markham, que
entonaba la canción: «Cuando el corazón de un hombre se siente consumido
por la inquietud». Cuando dio por concluidos sus cánticos, propuso brindar
«¡por las mujeres!» Pero a mi no me pareció respetuoso, y dije que no
permitiría esa clase de brindis en mi casa, a menos que fuera «¡por las
damas!». Fui bastante duro con Markham, sobre todo porque tuve la
impresión de que Steerforth y Grainger se reían de mi... o de él... o de los dos.
Si el corazón de un hombre está deprimido con preocupaciones, la niebla se disipa cuando aparece una mujer; Al igual que las notas de un violín, ella dulcemente eleva los espíritus y encanta nuestros oídos.
-Si tiene la bondad de guardar mi secreto, señorito Copperfield -
prosiguió-, y de no ponerse en contra mía, en general, lo consideraré un gran
favor. Supongo que no querrá interponer el menor obstáculo. Se que tiene
usted un corazón bondadoso; pero, como solo me ha conocido en una situación
muy humilde (en la más humilde, debiera decir, pues todavía es muy
humilde), podría, sin saberlo, perjudicarme al hablar con mi Agnes. Ya ve que
la llamo mía, señorito Copperfield. Hay una canción que dice «¡abdicaré
coronas para llamarla mía!». Espero poder hacerlo, un día de estos.
The Lass of Richmond Hill, de James Hook (1746-1827); letra de L. Macnally (1752-1820).
-Entonces -exclamó el señor Micawber-, si mi amigo Copperfield lo permite, brindaré por los días en que él y yo
éramos más jóvenes, y luchábamos juntos por abrirnos camino en el mundo. Y puedo decir de los dos, con palabras
que ya hemos cantado juntos:
éramos más jóvenes, y luchábamos juntos por abrirnos camino en el mundo. Y puedo decir de los dos, con palabras
que ya hemos cantado juntos:
Hemos correteado por las colinas
cogiendo hermosas margaritasVersos de Auld Lang Syne (la despedida, en escocés literálmente "hace mucho tiempo"), del poeta escocés
Robert Burns (1759-1796)
La señora Micwber golpeó nuevamente la pared para saber si el té
estaba preparado e interrumpió nuestra amistosa charla. Ella misma nos lo
sirvió del mejor modo; y, cada vez que le pasaba las tazas del té y el pan
con mantequilla, me preguntaba cuchicheando si D. era rubia o morena, alta
o baja, y otros detalles parecidos, que creo que me gustaban. Después del
té, hablamos de diversos asuntos junto al fuego; y la señora Micawber tuvo
la amavilidad de cantarnos (con una vocecilla desafinada que recuerdo
haber considerado la cerveza más barata de la acústica cuando la conocí)
las famosas baladas El intrépido sargento blanco y La pequeña Tafflin. Al
parecer, la señora Micawber había sido célebre por estas dos canciones
cuando vivía con su papá y su mamá. El señor Micawber nos contó que
cuando la oyó cantar, la primera vez que tuvo ocasión de verla bajo el techo
paterno, lo joven llamó poderosamente su atención; pero que, cuando
entonó La pequeña Tafflin, decidió conquistar a esa mujer o morir en el
intento.
El intrépido soldado blanco
Música de sir H. R. Bishop (1786-1855); letra del general Burgoyne (1723-1792).
La pequeña Tafflin
Mujer escocesa en la comedia de
Prince Hoare, The three and the Deuce
(1795); música de Stephen Storace (1736-1796).
Al mirar de nuevo al joven
Micawber, pensé, por la expresión de
su rostro, que debía tener la voz detrás
de las cejas; y lo cierto es que ésta
pareció surgir de allí cuando entonó (al
verse en la disyuntiva de cantar o de
irse a la cama) el tamborileo del pájaro
carpintero. Después de felicitarle
mucho por su interpretación, la
conversación se hizo general; y, como
estaba demasiado lleno de proyectos
desesperados para silenciar los cambios
que había experimentado mi situación,
se los di a conocer al señor y a la
señora Micawber, Soy incapaz de
describir la felicidad de ambos cuando
se enteraron de los apuros de mi tía, lo
bien que se sintieron y lo cordiales que
gracias a ellos fueron conmigo.
The Wood-Pecker Tapping,
música de Michael Kelly (1764-1826)
y letra de Thomas Moore.
Miércoles.- D. relativamente feliz. Cantó una alegre melodía, las
campanas del anochecer.
Evening Bells, de Tom Moore (1818).
Después de quitar los manteles y de cantar el Non
Nobis (bellamente ejecutado, y en el que se distinguió con
claridad la voz bien timbrada del talentoso aficionado
WILKINS MICAWBER. HIJO), se pronunciaron los leales
y patrióticos brindis de siempre que fueron recibidos con
entusiasmo.
Entre los adoradores de TERPSÍCORE, que se divirtieron hasta que
el sol dio la señal de retirada, destacaron especialmente Wilkins Micawber,
hijo, y la hermosa e inteligente señorita Helena, cuarta hija del doctor Mell.
Terpsícore ‘la que
deleita en la danza’) es la musa
de la danza, de la poesía ligera
propia para acompañar en el
baile a los coros de danzantes, y
también se la considera como la
musa del canto coral.
CHARLES DICKENS nació en Portsmouth en 1812, segundo de
los ocho hijos de un funcionario de la marina. A los doce años,
encarcelado el padre por deudas, tuvo que ponerse a trabajar en una
fábrica de betún. Su educación fue irregular; aprendió por su cuenta
taquigrafía, trabajo en el bufete de un abogado y finalmente fue
corresponsal parlamentario de The Morning Chronicle. Sus artículos,
luego recogidos en Bosquejos de Boz (1836-1837), tuvieron un gran
éxito y, con la aparición en esos mismos años de Papeles póstumos del
club Pickwick, Dickens se convirtió en un auténtico fenómeno editorial.
Novelas como Oliver Twist (1837), Nicholas Nickleby (1838-1839) o
Barnaby Rudge (1841) alcanzaron una enorme popularidad, así como
algunas crónicas de viajes, como Estampas de Italia (1846). Con
Dombey e hijo (1846-1848) inicia su época de madurez novelística, de la
que son buenos ejemplos David Copperfield (1849-1850), su primera
novela en primera persona, y su favorita, en la que elaboró algunos
episodios autobiográficos, Casa desolada (1852-1853), La pequeña
Dorrit (1855-1857), Historia de dos ciudades (1859) y Grandes
esperanzas (1860-1861). Dickens murió en Gadshill en 1870.
Extraído del libro
The Personal History of David Copperfield
Charles Dickens, 1849 (por entregas), 1850 (libro)
Traducción: Marta Salís
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